EL CASO DE LA ENVENENADORA
Nos cuenta Narciso Díaz Escobar en un documento hallado en su archivo de ajusticiados, el sobrecogedor caso de la envenenadora Mariana Molina, condenada a morir ahorcada.
El 16 de octubre de 1784 fue ejecutada en la horca instalada en Puerta del mar, la malagueña Mariana de Molina, que había planeado el envenenamiento de su marido, con la complicidad de su hermana Rosalía.
Mariana, viuda de poco más de 40 años, volvió a casarse con Bernardino Merino. Nada se sabe sobre la relación que ambos mantenían, pero lo cierto es que planeó deshacerse de él haciéndole beber un veneno. Las investigaciones de la policía concluyeron con la detención de las dos hermanas. Ambas fueron condenadas, Mariana a morir ahorcada y su hermana a cadena perpetua en la casa de recogidas de Baeza, y a pasar por debajo de la horca donde muriese su hermana. Sin embargo, esta sentencia no se pudo cumplir porque Rosalía sufrió una parálisis que le dejó afectado medio cuerpo.
Mariana solicitó a los Hermanos de la Caridad que la vistieran con el hábito del Carmen, que se pagaran sus deudas con las limosnas que se recogieran, como era habitual en estos casos, y que se le proporcionara a su hermana una ayuda económica.
Como era costumbre, el día de la ejecución, la mujer fue colocada en un serón o espuerta grande, que sería arrastrado por un jumento, guiado por un verdugo.
Los cofrades de San Juan Degollado, alzaron el serón para evitar que la mujer sufriera ni incomodidad ni vergüenza. A las tres de la tarde, el cuerpo de Mariana fue retirado de la horca, depositado en una cuba y lanzado al mar.
Los cofrades de la Santa Caridad sacaron el cadáver del mar, lo colocaron en un féretro y lo trasladaron al hospital de San Julián para ser sepultado.
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