Semana Santa. Tradición religiosa, social y cultural.
Las tradicionales procesiones de Semana Santa empiezan a celebrarse en Málaga tras la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad en 1487. La conversión de los habitantes al catolicismo y la llegada de nuevos pobladores, en su mayoría procedentes de Castilla, suponen, tras siglos de influencia musulmana, una nueva dimensión en la expresión religiosa de los malagueños. Sin embargo, el Concilio de Trento en el siglo XVI y la posterior Contrarreforma serán los acontecimientos que más influyan en la forma de celebrarse la Pasión y Muerte de Jesús en Málaga.
La Semana Santa forma parte de nuestras tradiciones, siendo una celebración religiosa, social y cultural que se celebra cada año en la ciudad. Con sus 45 procesiones, esta celebración proporciona vivencias inigualables, mezclando lo religioso y devocional con lo folclórico.
Las cofradías son el centro de la celebración. Muchas de ellas tienen más de cinco siglos de historia.
Conocemos las procesiones cuando se acercan los pasos, tal y como se llaman en todo el país, pero aquí en Málaga los llamamos tronos. Tronos porque son enormes moles de aproximadamente 3 o 4 toneladas. Las imágenes se encuentran durante todo el año en sus templos, pero en los días anteriores a la Semana Santa, son trasladadas a las Casas de Hermandad, donde se encuentran los tronos durante todo el año. Se aprovechan las Casas de Hermandad durante todo el año para hacer reuniones de hermanos, realizar actos y comidas benéficas y dependiendo de la fecha montar belenes o mercadillos para ayudar a los más desfavorecidos.
Los tronos son portados por hermanos y hermanas que tienen la condición de portadoras y portadores de trono. Estos se llevan sobre los hombros de estas personas a través de unos varales, ofreciendo su esfuerzo a las sagradas imágenes, siendo mecidas durante todo el recorrido por las calles de la ciudad.
Se dice de manera onírica que los tronos simulan enormes barcos que se mecen por las anchas calles de Málaga al ritmo de las olas de nuestro mar Mediterráneo.
Al paso de los tronos se puede percibir una experiencia sensorial indescriptible a través de todos los sentidos, ya que podemos oler el incienso que los acompaña, ver su belleza artística y devocional, escuchar los sonidos de las bandas de música que acompañan los cortejos y las saetas, tocar las estampas que se reparten entre las personas congregadas en las calles y degustar los sabrosos limones “cascaruos”, que no son más que una variedad de limón con cáscara muy gruesa, partidos en cuatro trozos y servidos de manera ambulante, aliñados únicamente con sal y un poco de bicarbonato.
Esta experiencia no tiene parangón, ya que no sólo excita los sentidos materiales, sino que también los espirituales de todas las personas que lo presencian, ya sean locales o foráneas.
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